Veo mi reflejo en el espejo del baño y no puedo evitar pensar en aquellos días miserables que, de haberse tratado de una novela, se describirían así:
"se miró al espejo observando una imagen rota de sí misma. Su cara demacrada no expresaba nada, se había quedado sin palabras y sin muecas... sólo atinaba a dar compulsivos sorbos a la taza de café que sostenía en su raquítica mano, esperando poder despertar".
Lo curioso es que en aquella época yo no tomaba café y, sin embargo, así me sentía. La taza de café imaginaria contenía toda la melancolía que ninguna otra imagen podía expresar.
Hoy, muchos años después, he sucumbido al dominio de la cafeína (entre otros defectos de carácter). Todas las mañanas enfrento la vida detrás de una buena taza, pero cuando me miro al espejo, sinceramente, ya no me siento una mujer derruida, ni un espectro y mucho menos una frágil y patética versión de lo que debería ser. Ya no sufro esa sensación de "como con un café en la mano".
Curioso e irónico a la vez, podría reflexionar horas sobre eso...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Ay, Aldonzinha... no sabes qué alegría me da leerte! Especialmente leer que te sientas así... (:
yo soy el del café del pasado!! jajaja bueno espero que no por mucho toiempo
que gusto leer tus debryes es como recordar a la vieja bandera , antiguas pachquecez y escuchar en aquel cuarto negro , recuerdas?
Publicar un comentario