12 de marzo de 2009

La cuchara de la discordia

Hoy no tenía ni un solo tenedor limpio por lo que me vi obligada a comer ensalada con cuchara. Es mucho más difícil de lo que parece pero al final conseguí terminar mi plato con la ayuda de un cuchillo de esos que parecen de carnicero.
Mientras intentaba que una hojita de lechuga se subiera a la cuchara en cuestión me vino a la mente una muy querida amiga mía que sufría fuertes tensiones con su en ese entonces novio por culpa de las cucharas.
No es que él tuviera teorías socialistas sobre la opresión de las cucharas que la otra no compartiera, ni que ella tuviera una extraña religión que le hiciera creer que sus familiares reencarnaban en cucharas. Simple y sencillamente es que mi amiga no soportaba que él comiera todo, absolutamente todo, con cuchara.
Ella, como buena mujer latina, sufría en silencio su martirio aunque de vez en vez dejaba caer insinuaciones (no tan sutiles, a veces) de que sería mejor comer tal o cual plato con tenedor... él, como buen hombre latino (o como buen hombre y punto), no se enteraba de nada y persistía en su cucharístico y, al parecer, desquiciante hábito.
A mí, como amiga receptora de las quejas, me parecía increíble que las parejas a veces tengan roces que fracturen de manera fundamental la relación por algo tan inofensivo como una cuchara.... y más increíble me parecía que a este chico le hubieran enseñado en su casa a comer todo con un solo cubierto. ¿Acaso estaba inscrito en la spoon brotherhood? ¿Era una especie de magio pero con cucharas?
Aunque debo de confesar que le doy un poco de crédito al muchacho. Si comer ensalada con cuchara es una tortura, ¡no quiero ni imaginar lo que debe ser intentar comer un filete!
Ahora bien, a todo aquel que ahora se esté preguntando por qué no simplemente lavé uno de los tenedores sucios, que ni se le ocurra expresarlo. Es una pregunta que definitivamente no pienso contestar.

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