Déficit literario

Me gusta leer. Mucho. Desde muy jovencita leo por una gran variedad de razones, no todas ellas relacionadas con saber más. Pero hoy... no tengo nada que leer.
Estando tan ocupada con la tesina no me he procurado a mí misma ninguna lectura, pero esto antaño no solía ser un problema, ya que mis cumpleaños siempre servían como una exquisita fuente de más y más libros. Me fascinaba descubrir por qué mis amigos pensaban que tal o cual lectura me gustaría, me devoraba los libros que me daban y no podía esperar que llegara el 15 de marzo -espero que esta mención no se tome como una sugerencia subliminal- para recibir nuevos títulos.

Pero esa costumbre se ha perdido... ¿Por qué? ¿Me ven embrutecer de tal manera que saben que regalarme libros sería como dar de comer a los cerdos?

Había un amigo en especial que siempre aportaba muchos de los libros que al día de hoy considero de mis favoritos. De su mano sufrí el ratatán del Tambor de Hojalata, supe que había poesía que sí podía gustarme y descubrí el fascinante mundo de los cronopios y las famas. Cuando no me regalaba, me ilustraba. Sugería lecturas que para mí eran órdenes de compra (o préstamo si encontraba algún buen samaritano). Ahora sigue sugiriendo, pero lo hace en un blog y creo que así no vale. Los sugiere, sí, pero no A MÍ.

¿Qué pasa? ¿Habré superado mi edad intelectual a ojos de mis amigos sin darme cuenta? ¿O será que consideran que me estallará la cabeza si entra una palabra más a mi afiebrada mente?

El último libro que me regalaron fue en mi pasado cumpleaños. Era un libro de vampiros famoso por la devoción que ha generado en el público adolescente. Lo leí, sí, aunque confieso que no lo disfruté mucho. Ahora pienso que debí disfrutarlo más...