24 de abril de 2009

ASTRO VS LOS LITERALES

Tengo la mala costumbre de inventarme palabras. Soy consciente de ello y, además, lo disfruto. Lo hago para mí misma o cuando estoy con amigos, pero sé distinguir la diferencia y jamás usaría mis "perversiones del lenguaje" en un ambiente laboral.
Simplemente me parece que hay momentos que lo ameritan, como el otro día que estaba con una amiga saliendo del metro y había que atravesar las puertas de control. A mi izquierda, una señora lenta como ella sola; a mi derecha, una chica que no importaba hacia donde me moviera yo, ella siempre conseguía ponerse delante de mí y obstruirme el camino. La situación además de desesperante resultaba cómica, por lo que, divertida, dije a mi amiga: "entre la lentitud de una y la estorbancia de la otra, nunca vamos a salir".
Pude haber dicho, "la manera de estorbar" "el obstáculo que representa" o simplemente "esta chica es un estorbo", pero no me pude resistir...
El único problema es que la gente suele tener un radar muy poco sensible a la chanza y confunde mi vicio con una mal disfrazada ignorancia. Estas personas no entienden el placer que puede haber en retorcer un poco el sistema, en lo dulce que puede resultar para una persona incapaz de desobedecer las normas sociales el infringir un poquito la ley, aunque sea la de la Real Academia. Por eso, cuando me escuchan, suelen corregirme con acento severo y me miran incrédulos, pensando ¿cómo es posible que una chica con su profesión y la formación que tiene no sabe que la palabra estorbancia no existe?
¿Pero qué culpa tengo yo? Siempre que pueda me decantaré por decir que mi migrañosidad no me dejó leer, antes que decir "tengo una jaqueca tremenda que no me permite ni siquiera retomar la lectura".
A final de cuentas, si otras personas se dan el lujo de picarse la nariz, rascarse las pelotas o andar de pantalones a cuadros con camisa de rayas en su tiempo libre ¿por qué yo en el mío no puedo decir estorbancia o migrañosidad?
Sobra decir que la belleza y expresividad de estas no-palabras ameritan pasar por una homo incultus, ya que lo que puedo decir con ellas a veces no tendría el mismo significado que si lo dijera (o lo pensara) de la manera correcta.

2 comentarios:

Luis dijo...

Después de leer tu post me siento menos solo. A mi también me da por infringir las leyes de la Real Academia y usar palabras que no existen... y yo también tengo que soportar las miradas reprobadoras y las correcciones condescendientes. Y es que este mundo hay un exceso de reprobosidad.

Astro dijo...

Por lo menos nos tenemos el uno al otro!